domingo, 8 de septiembre de 2013

Elizabeth Bennet, de Orgullo y prejuicio

El hecho de que Jane Austen haya logrado con Orgullo y prejuicio crear la novela romántica por antonomasia no sólo radica en que creo en Fitzwilliam Darcy al caballero perfecto, sino en que también hizo de Elizabeth Bennet la perfecta heroína, independiente, librepensadora, con carácter e inteligente. Aparte le dio un rasgo que la diferencia de las protagonistas de las novelas actuales: Elizabeth no es excesivamente hermosa, lo que constituye para la autora otro acierto que le da más originalidad a la novela incluso si la comparamos con obras contemporáneas que tanto la imitan.
Elizabeth Bennet es la segunda de cinco hermanas, la segunda también en belleza y la más inteligente de todas. Está emocionalmente muy ligada a su hermana mayor, Jane, y a su padre. Con respecto a su madre y a sus tres hermanas menores (sobre todo las últimas dos), la sacan de quicio y la avergüenzan constantemente, pero se esmera por llevar una buena relación con ellas.
Es una joven sumamente sarcástica, algo que, como en el caso de su padre, deriva de su inteligencia, y eso precisamente es lo que llama más la atención de ella, más incluso que su belleza, eclipsada siempre por la de su hermana Jane.
Cuando aparece en su vida el aristócrata refinado y excesivamente serio Fitzwilliam Darcy, lo primero que recibe de él es un desprecio al subestimar su belleza, acto que ella toma con sarcasmo en lugar de sentirse ofendida. Pero desde allí empieza una especie de guerra silenciosa entre ambos, guerra que Darcy sabe que va a perder y que ella ni siquiera percibe.
En sus constantes encuentros, que Darcy disfruta muy a su pesar, ella lo impresiona cada vez más con su extraordinaria personalidad, mientras que él a ojos de ella pierde constantemente puntos, sobre todo después de que George Wickham echa a andar su maquinaría de intrigas.
Elizabeth nunca toma en serio sus conversaciones con Darcy porque no contempla siquiera remotamente la posibilidad de casarse con él. Le parece antipático y su aristocrática cuna lo separa radicalmente de ella. Y cuando Darcy le propone sorpresivamente matrimonio, no puede más que expresar una negativa al quedar terriblemente desconcertada.
Tiempo después su percepción cambia. Cuando Wickham huye con su hermana menor, Lydia, aunque Darcy tiene motivos para odiarlo, suprime su noble orgullo y hace todo lo posible para que no quede deshonrada para siempre la familia Bennet. Es entonces cuando Elizabeth descubre la verdadera personalidad humanitaria de Darcy y ve por fin en éste al perfecto caballero.
La última prueba de su carácter e inteligencia la exhibe extraordinariamente cuando Lady Catherine de Bourgh, la mandona y autoritaria tía de Darcy, va a visitarla a su casa exclusivamente para exigirle que no pretenda casarse con su sobrino, ya que lo tiene predestinado para su hija, a lo que Elizabeth replica, sin decirlo tal cual, en un tono apenas sugerido, que no piensa dejar ir a un galán de la talla del disputado.

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