domingo, 4 de noviembre de 2012

La ingenuidad de Robinson Crusoe


O más bien debería de titular la entrada como “La ingenuidad de Daniel Defoe”, porque el responsable de las carencias intelectuales de un personaje ficticio no es otro que su autor. Lo anterior viene a cuenta por un pasaje de la gran novela Robinson Crusoe que, pese a ser ésta una obra maestra incuestionable y clásico imprescindible, me pareció lleno de ingenuidad.
Cuenta Robinson, que al sembrar su cebada y trigo en su isla fue víctima de la rapiñaría de unas aves que sin permiso alguno pretendían merendarse toda su cosecha. Y Robinson, que como buen inglés de su tiempo podía apropiarse de lo ajeno pero reaccionaba colérico si alguien le aplicaba la misma medicina, mató con su escopeta a dos de esas a veces, las puso en su parcela para que fueras vistas por sus compañeras y de esa manera aquéllas jamás volvieron a robarlo.
Alguien debió decirle a Defoe que las aves no reaccionan ni como ni por las mismas razones que los humanos, que los espantapájaros que ponen en sus parcelas los agricultores simulan personas, a quienes las aves sí les temen, pero el cadáver de uno de los suyos les es indiferente. También debió averiguar Defoe que si bien el ruido de una detonación espanta a las aves, la olvidan al poco tiempo si fue sólo una y más cuando el hambre apremia.

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